Empezó pintando toros, corridas y toreros. Ahora recorta armas en páginas de periódicos. Se podría decir que la obra del pintor Pierre Marquès (Béziers, Francia, 1970) tiene alguna relación con la violencia, con su representación. Pero sus kalachnikovs, igual que una corrida de toros, presentan una visión mediatizada, ritualizada de la violencia. El artista no se conforma con una mera descripción o representación de los artilugios del matar, sino que, gracias a una transformación poética, relaciona todo nuestro mundo, todas nuestras formas de vida con este artefacto bélico símbolo de la Revolución y de la segunda mitad del siglo pasado. Pierre Marquès, transformado en poeta visual, utiliza los discursos del consumismo occidental (publicidades, anuncios, imágenes de famosos, o incluso pornografía) y los transforma en armas. Muestra la violencia escondida detrás de estos discursos, la dureza de la modernidad. No obstante, no se trata de simple ironía o humor fácil. Porque interviene allí lo plástico, la gran belleza de estas imágenes. En fondos blancos o negros, animadas por una ligereza sutil, las armas casi bailan en las páginas, dejando aparecer su extraña y hermosa materia. Lo que habría podido ser un simple juego de imágenes (para no decir un juego de palabras) se convierte, gracias a esta tensión entre estética y contenido, gracias a este sutil “decalage”, en una obra compleja que pone en juego no sólo nuestras formas de vida y relaciones con la violencia, sino también el papel del arte en nuestras sociedades. Recuperando la muy urbana técnica de la plantilla, la invierte para señalar, mostrar, dejar aparecer la parte de imagen, de texto o de materia que le interesa. Entre los collage de principios del siglo XX y el arte que apunta de Buren o Christo en los años 70, Pierre Marquès retoma y trasforma, en esta hermosa serie, las grandes problemáticas del arte contemporáneo, dando así un significado hondo y comprometido a un medio que algunos creían en vía de extinción: la pintura.
Mathias Enard - 2004